domingo, 18 de enero de 2009

Indugraf: Viejas hijas de la nueva crisis

Por Carolina Ricaldoni

Como en 2001, los trabajadores forman cooperativas y reabren empresas en quiebra. Casos en Capital y el conurbano.
De la mano de la debacle internacional, en la Argentina resurgió un fenómeno que parecía haber quedado en el pasado: las fábricas recuperadas por sus trabajadores que germinaron en la crisis de 2001. Repartidas entre las zonas industriales de Quilmes y los barrios porteños de Parque de los Patricios y Paternal, actualmente hay tres empresas con las instalaciones ocupadas por los empleados a la espera de la reapertura por los dueños y otras dos que ya comenzaron a producir como cooperativas.
El taller gráfico Indugraf cerró sus puertas el 24 de noviembre luego de que su dueño, Juan Carlos Martínez, presentara ante el Ministerio de Trabajo un procedimiento preventivo de crisis (PPC) en el cual atribuyó la medida a la caída de la producción por la crisis mundial. La gráfica ubicada en Sánchez de Loria al 2200 se dedica desde hace treinta años a la impresión y encuadernación de libros y manuales escolares y tuvo de clientes a las principales editoriales y al Ministerio de Educación.
Los empleados reclaman deudas por indemnizaciones, salarios y los aportes sociales desde 2006 a sus 88 empleados. El pasivo rondaría los cinco millones de pesos. El delegado Hugo Carballo dijo a Crítica de la Argentina que llegaron al taller 273 cheques rechazados.
El Ministerio de Trabajo no aceptó el PPC y ofreció a cambio un subsidio de $600 por empleado. Los trabajadores denuncian un vaciamiento intencional y aseguran que los últimos tres años la producción fue en ascenso. Calculan que “en el último año tuvo un promedio de ventas por unos $2,5 millones mensuales”.
Los empleados ingresaron a la planta el 10 de diciembre y aún se encuentran custodiando las máquinas en reclamo de los puestos de trabajo. Ya comenzaron a tramitar el armado de una cooperativa y solicitaron al Gobierno que nombre un interventor, como sucedió en TGN y en el Hospital Francés.
En una circunstancia análoga se encuentran tres empresas ubicadas en Quilmes. Una de ellas es Envases del Plata, donde se elaboran bolsas y envases de polietileno para medias, ropa y alimentos, propiedad de Ignacio Carlos Tassano. El empresario nunca inició el PPC y se ausentó en las audiencias aduciendo estar de vacaciones. Los empleados, que formaron la Cooperativa de Trabajo Esperanza del Plata, pidieron una audiencia en la Municipalidad de Quilmes para obtener un subsidio que les permita utilizar parte de la materia prima. La planta queda a pocos metros de la casa del ministro de Economía, Carlos Fernández, donde los 24 trabajadores instalaron una carpa. Por ahora sólo lograron un breve diálogo con la mujer del funcionario.
Las otras dos en ese distrito son las textiles Filobel y Febatex. En ambas hubo cesantías y falta de pago de indemnizaciones. Los trabajadores denunciaron vaciamiento y ocuparon las instalaciones para evitar que se llevaran las máquinas. También formaron cooperativas y presentaron proyectos de ley de expropiación para hacerse cargo de las empresas.
En Filobel se hacen hilados con algodón y materias primas para otras textiles del país y la hilandería Febatex se ocupa del armado de lonas pesadas. El edificio está ubicado en la calle Rodolfo López 1706. Su dueño, Mario Florian Federicci, atribuyó la caída productiva a la crisis que afectó el precio del algodón. El delegado Eduardo Santillán dijo a este diario que los problemas laborales “se agravaron a fin de año”. Y que por eso formaron la Cooperativa Textil Quilmes. “Estamos en condiciones de producir y podemos recuperar la cartera de clientes”, aseguró.
En tanto, dos empresas quebradas fueron recuperadas por sus trabajadores hace varios meses y ya producen autogestionadas: la gráfica Talleres Unión, en Parque de los Patricios, y el frigorífico Torgelón, en La Paternal.
En los ex Talleres Unión, dedicados a la encuadernación fina y rústica (en Patagones 2748), la Justicia decretó la quiebra en marzo de 2008, y el personal, luego de cuidar las máquinas durante nueve meses, ingresó al taller hace un mes.

El frigorífico Torgelón, en Donato Álvarez y Gaona, elabora fiambres y embutidos. Luego de realizar suspensiones y despidos, el 21 de abril de 2008 la empresa cerró y los trabajadores tomaron la planta, que reabrieron al mes siguiente. Al igual que otras industrias alimentarias, Torgelón fue castigada por la caída del precio mundial de los alimentos.

Los casos que vienen de 2001
En la actualidad, unas 200 empresas funcionan bajo gestión obrera, en una variada rama de actividades, entre las que son emblemas la ceramista Zanón, el Hotel Bauen, la metalúrgica IMPA, la gráfica Chilavert y la textil Brukman. Con algunas excepciones, la mayoría se encuentra bajo figuras legales transitorias, dado que se les otorga la posibilidad de producir pero sin tener la expropiación del inmueble de modo definitivo.
Varias de ellas, a su vez, atraviesan una situación de inestabilidad económica porque heredaron las deudas de los antiguos dueños y no les es fácil obtener incentivos económicos. Sin duda, una tarea pendiente para 2009, tanto para el Gobierno como para la oposición, es la aprobación de la Ley Nacional de Expropiación y la puesta en práctica de subsidios a las cooperativas de trabajo.

OPINIÓN

La variable que no entra en la ecuación
Por Alejandro Bercovich

Cuando las costureras de Brukman ocuparon la textil de Once, el 18 de diciembre de 2001, el gobierno de De la Rúa agonizaba y la convertibilidad ya le había costado al país tres años de crisis. La desocupación arañaba el 20% y quienes conservaban su empleo temían perderlo. Invertir en una fábrica nueva era una aventura suicida. La soja y el petróleo valían justo la mitad que hoy y la balanza comercial parecía condenada al rojo eterno.
El mundo entero era otro. En Oriente Medio, George W. Bush acababa de iniciar la aventura militar todavía abierta en Afganistán. La economía estadounidense amagaba con un frenazo que el texano logró postergar inyectando miles de millones de dólares en el complejo armamentista. Europa crecía con España a la cabeza y el “estás despedido” del Tío Sam como modelo a imitar.
Hoy, el 75% de la economía mundial se encuentra en recesión. Los países ricos del G7 le rinden pleitesía al Estado que intentaron desguazar durante 30 años. Los gobiernos más conservadores no dudan en tomar el control de empresas en crisis como los bancos y las automotrices, apretándose la nariz y pidiendo disculpas, pero abjurando en minutos de su fe eterna en los dioses privatistas Thatcher y Reagan.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) pronostica que el mundo cerrará este año con 20 millones de desocupados más. Serán 210 millones, un récord desde la década perdida de los 80. También vaticina que el salario real promedio caerá en todos los países industrializados.
Pero hasta los pronósticos menos discutidos pueden chocar con resistencias como la de las costureras de Brukman en 2001 o la de los gráficos y metalúrgicos de hoy. Son la variable que no entra en las ecuaciones de los economistas. La principal diferencia con la última crisis es que ésta llegó muy rápido al país y que la economía argentina viene de crecer más del 50% en sólo seis años. Los trabajadores vienen menos castigados. Y por eso el ajuste promete ser más conflictivo.


Domingo 11 de Enero. Diario Crítica.

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